Desierto de Hueco Mundo, hora ¿Quién sabe?, lugar...qué importa. Algo agita a las bestias del desierto,
que comienzan a huir despavoridas sabedoras gracias a su instinto del mal que se avecina. Un fuerte viento agita la arena, levantando una polvoreda iluminada tan solo por el puro brillo de la luna, algo se aproxima. No se ve, pero se siente. Algo oscuro, tenebroso, antiguo...sobre todo antiguo.
Y por fin sale a la luz. Una mano huesuda resurge de las entrañas de la tierra, alzada, inmovil, tensa; intentando alcanzar la soñada libertad que un día tuvo. Entonces el esquelético miembro se apoya sobre el suelo, es el momento de coger fuerza y salir. Poco a poco la arena se levanta: un brazo, dos, un yelmo, torso recubierto de armadura, piernas...en definitiva un guerrero. Pero no uno cualquiera, es un siervo del terror, un comedor de almas, un llamado Hollow. Imponente, comienza a caminar como un alma en pena, como hiciera antaño, dirigiendose a un lugar que le llamaba desde hacía siglos: Las Noches. Sus pies, sin ningún tipo de carne o músculo, caminan desnudos por la arena y con cada paso, puede notarse una energía que se extiende varios metros alrededor de él. Más sonidos se oyeron a su espalda, el retorno del ejército oscuro, también conocido como La Guardia de las Noches.
Durante su trayecto solo hay silencio, las criaturas que habitan esas tierras se esconden, pues conocen el peligro que ha vuelto a caminar en vida. Por fin la gran mole aparece al fondo, descubriendose como una visión tétrica, el castillo de Las Noches. El guerrero hollow descubre una mueca en su rostro: satisfacción. Con una gran sonrisa digna del más malvado de los mortales el esqueleto echa su vista atrás, solo para comprobar complacido a sus viejos camaradas, diez en total, que caminan seguros, paso firme hacia su destino. Es solo el comienzo de la destrucción, diez son ahora, pero diez empezaron y llegaron a contarse en cientos en pocos días. La venganza contra aquellos llamados Shinigamis había comenzado.
Entonces todos los guerreros se pararon y miraron a sus espaldas, todos habían notado otra presencia que se acercaba; una muy familiar para ellos...la de su general. A lo lejos, una figura se formó, una inmensa armadura, con yelmo alado, capa roja y una gigantesca espada al hombro; caminaba pisando fuerte, hundiendo la arena bajo sus pies. Bajo su yelmo, que le cubría toda la cara, solo se vislumbraban unos ojos rojos como el fuego, que vislumbraron a su antiguo escuadrón. Y el general se paró, a más de 30 metros de sus subordinados, solo para alzar su espada al cielo y gritar, gritar de ira, gritar de rabia y de odio. Un grito que retomaba un conflicto apaciguado desde hacía más de 400 años y que fue correspondido por otras 10 voces cadavéricas y espectrales. La guerra había vuelto y esta vez, no serían ellos los que cayeran...
Tema: Resurrección... 
Lun Mar 02, 2009 6:31 pm
